En esta etapa se nos ha comunicado, a través de una metáfora, utilizar el viento del desarrollo. Un símbolo que nos evoca como debemos comportarnos, en la gestión del negocio. Atrás están quedando los campos terrestres enfrentándonos, hoy, al recio e inmenso mar. Una situación, en donde la únicas naves que se requieren, actualmente, son embarcaciones.
Debemos pasar, de una situación divisional, a una unificación del panorama. Poniéndose en boga que el equipo humano se ha de mirar como una verdadera tripulación de barco. Contemplándose, como inequívoco, que la totalidad de la dotación debe recibir una arenga, personal, del capitán.
A nuestro dirigente se le ha solicitado que, dentro de sus dominios, se destaque de entre sus pares, para obtener una velocidad con la cual aventajar al que hoy es líder de la industria. Esa rapidez se puede obtener si los procesos comienzan a acelerarse. Convirtiéndose en importantísimo que oficiales, contramaestres, vigías, tripulación de cubierta y sala de máquinas tengan clara la ruta de navegación.
Ideales, recompensas, botines, honor y todo cuanto estímulo se le pueda propinar a la tripulación, debe contemplarse para alcanzar los objetivos. Viéndose claramente que, dentro de nuestra nave, surgirán navegantes que sobresaldrán obedeciendo por que lo desean y no por que se les ordena. Aumentando la capacidad de maniobras del timón.
De ahí que estén representadas la regatas que todos tenemos en un calendario. Una situación que llama a soltar a amarras, internarse en lo profundo, desplegar velas y competir siempre por el liderazgo. Teniendo claro que el capitán debe estar permanentemente mirando a proa, convencido que la popa está sin riesgos.
Quizás, la idea esté en que las poleas (ruedas) hay que reemplazarlas con mejores, y de esa forma el movimiento de las velas se ajuste con facilidad a los cambios del, impredecible, viento. Si es así, debemos todos tener claridad respecto a que se espera de cada uno y cual es la misión.
HSQO
No hay comentarios.:
Publicar un comentario