En la existencia del ser humano, existen variadas clases de traumas por los que se deben atravesar. Este tránsito no lo advertimos hasta que, llegamos al convencimiento que nuestra mirada no llega más allá. Por ello vemos que lo imponente, como los grandes edificios, nos superan; pudiendo ellos ver, lo que para nosotros fue negado.
El lograra superar las alturas promedios, connota de forma muy singular, el querer llegar al indiscutible atractivo para una sociedad que, en el caso de Chile, es de promedio baja.
Bueno, decimos baja en comparación con los gigantes de las latitudes norteamericanas y europeas, pero en el promedio latinoamericano estamos dentro del media alta. Quedando un escollo que solucionar para lograr estar en sintonía con una efigie, la cual representa a una organización:
Lograr estar compartiendo, exclusivamente, como uno más, la posibilidad de estar en las alturas y ver lo que nos rodea, logra dar un grado de razón contemplativa. Esa capacidad observadora innata de todo ser, y que empuja a ver por sobre nuestros límites. Al parecer es esa cualidad de imaginación que anida en cada uno. En resumen, lo soñador, curioso y admirador se despierta con una grado de contemplación.
Claro está el hecho que, también es una de muchas cosas que están en el orden de las quimeras; no obstante, la capacidad del ser humano da para entender esta temática, pero de todas formas requiere de satisfacciones espirituales.
Lograr contemplar la Tierra cuando se une con el Cielo, eso solo lo da la llanura y la montaña. Ver el firmamento en extenso, donde observamos el Sur el Norte, Este y Oeste. Percibir con capacidad de 380º el entorno que está más allá de los sentidos pero que, desde “el piso de la contemplación”, la visión si funciona. Todo aquello es sublimemente reparador, en términos espirituales. De lo que estoy hablando, muy bien saben los del equipo de Andinismo del Grupo.
HSQO
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